Memento mori

Y, de pronto, te das cuenta de que no puedes moverte. Estás completamente paralizado. ¿Qué ha sucedido? Quieres hablar y no puedes. Algo se agita. ¡NO! Sólo eran tus pensamientos. Un vaporoso aroma a moho destila de tu mente. Husmeas en tus recuerdos. Tu consciencia se estremece…

Tiempo atrás, recuerdas, habías soñado con detener el tiempo. Fue el miedo, ese reptil amargo que germinaba en tu estómago, quien te arrinconó. Todo comenzó cuando un médico de confianza vaticinó tu destino. Te advirtió sobre tu vulnerable salud. Una enfermedad terminal estaba desmenuzando tu vida. Comenzó lentamente, el veneno goteando en tus venas. Luego, sin previo aviso, la llaga se descubrió a un ritmo vertiginoso, encontrándote en un abrazo letal. “Sólo dos meses me quedan, sólo dos meses de vida”.

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